sábado, 10 de noviembre de 2007

levantate: DIOS ES MI VIDA

PENSAMIENTO DE HOY
NOS GANAMOS LA VIDA CON LO QUE TENEMOS PERO LLENAMOS LA VIDA CON LO QUE DAMOS
REFLEXION DE HOY
Carta de Taizé Esta carta, escrita por el hermano Roger, de Taizé, ha sido traducida en 58 idiomas (de los cuales 23 son de Asia y 7 de África), para el vigésimo encuentro europeo de jóvenes que tiene lugar durante cinco días en Viena (del 29 de diciembre de 1997 al 2 de enero de 1998).Esta carta será meditada durante los ENCUENTROS EUROPEOS DE JÓVENES que reunirán en Taizé, semana tras semana, durante el año 1998, a jóvenes de toda Europa y también de otros continenetes. ¡Felices los que aspiran a avanzar hacia un tiempo de confianza y sencillez! Ellos no quieren ser "maestros de inquietud", sino "servidores de la confianza".Descubren que, en nuestras vidas, lo más luminoso se consturye con una confianza muy sencilla (1).Algunos lo saben: en el Evangelio hay una esperanza tan bella que quisieran vivirla. No una esperanza que sea pura proyección de deseos fugitivos, sino la que engendra un impulso creador hasta en las situaciones aparentemente sin salida. Esta esperanza vuelve a inventar el mundo (2).Pero, ¿dónde está la fuente? Está en la mirada de compasión que Dios pone en cada uno de nosotros.Dios da sentido a nuestra vida también a través de lo que en nosotros es vulnerable (3), «sin belleza ni esplendor» (4). El hace que arda en nosotros una llama. Puede que sea muy débil, pero ella ilumina ya nuestras oscuridades.Aunque pueda haber momentos en los que la confianza se desvanece, quisiéramos vivir de la promesa de Cristo y recordar que su Espíritu Santo permanecerá siempre en cada uno; él será un apoyo y un consolador (5) .¿Quién es este Espíritu Santo? Es el Espíritu de Cristo resucitado.Semejante al viento, escuchamos su voz, pero no sabemos ni de dónde viene ni a dónde va (6). Es el soplo de Dios, siempre ofrecido, siempre presente.¿Dejarás que brote la oración interior que él anima en ti? (7).¿Vivirás a Cristo para los demás, acogiendo hasta al más humilde? (8) . Ante el incomprensible sufrimiento humano, cada vez que alivias la prueba de un inocente, es Cristo quien te visita (9).Buscar ser creador de solidaridades y compartir, libera en ti fuerzas vitales que vienen directamente del corazón de Cristo.Cuanto más saques de la oración energías creadora más descubrirás una capacidad para construir con los otros (10).¿Lo presientes? Lucha y contemplación tienen una sola y única fuente: si rezas, es por amor; si luchas, asumiendo responsabilidades para hacer que la tierra sea más habitable, es también por amor.Cristo dirige una llamada nueva: «Amad a vuestros enemigos, rezad por quienes os hacen mal» (11). Y como amar significa perdonar, Dios espera que vayamos lo más lejos posible en el camino del perdón. Ahí se encuentra el secreto de una libertad.Quien aspira a una reconciliación busca escuchar más que convencer, comprender más que imponerse (12).Nosotros que quisiéramos seguir a Cristo, quizás en nuestra infancia o a lo largo de la vida hayamos sido humillados o incluso rechazados.Llega el día en que nos damos cuenta: yo no puedo quedarme ahí, voy a ir hacia los que me han herido (13).Si nos rechazan, ¿dejaremos que el veneno de la amargura paralice nuestras profundidades? No, de ninguna manera.Descubriremos que cuando tomamos el riesgo de la confianza, nuestro propio corazón se ensancha. Y brota lo inesperado: la reconciliación se reconoce en nosotros por la paz y la alegría que suscita.Cuando muchos cristianos han perdido la alegría, la llamada a reconciliarnos nos interpela más que nunca (14).Solos, separados, ¿cómo podríamos avanzar durante toda la vida en una espera contemplativa? ¿Cómo perseverar en las responsabilidades que hemos asumido por los demás?¿Nos olvidaríamos de que nunca estamos solos? En el Cuerpo de Cristo hay una comunión en constante devenir que se llama la Iglesia.Una libertad interior puede crecer en nosotros cuando la Iglesia mantiene abiertas las puertas a una alegría y a una gran sencillez. Incluso con casi nada, se hace acogedora, cercana a las penas humanas, presente en la historia, atenta a los más necesitados (15).Cuanto más nos acercamos a la alegría y la sencillez del Evangelio, más se transmite la confianza de la fe.Elegir la sencillez sostiene en el mundo una comunión universal en Cristo (16) .Y lo asombroso es que Cristo, el Resucitado, no excluye a nadie, ni de su perdón ni de su amor (17). Entonces pedimos la mayor alegría: una misma espera, un mismo amor, una sola alma» (18) .Es ante todo con un testimonio de vida como podemos hacer creíble esta comunión de amor en el Espíritu Santo (19).Y si Cristo nos preguntara: «¿Quién decís que soy yo?» (20).Quisiéramos responderle:Cristo, tú no has venido al mundo para condenarlo, sino para que todo ser humano encuentre un camino abierto por tu compasión (21).Tú eres quien me ama hasta en la vida que no tiene fin (22). Tú lo sabes todo de mí, mi deseo de comprender y ser comprendido, de amar y ser amado (23).Tú me abres el camino del riesgo. El no en mí lo transfiguras poco a poco en un sí de eternidad.Cristo, Presencia Misteriosa, tú rezas en mí, de día como de noche, sin que yo sepa cómo (24). Encomendando en todo momento mi espíritu a tus manos (25), no me inquieto si mi oración es a menudo tan torpe.Tú me has buscado incansablemente.Tú me sugieres: Vive lo que has comprendido del Evangelio (26). Ven y sígueme... (27).¿Por qué he estado indeciso tanto tiempo?... No obstante, sin haberte visto, te amaba (28).Y, un día, me di cuenta: tú me llamas a una decisión sin retorno.Quisiera ser transparente contigo, no ocultarte nada de mi corazón, darte no solamente una etapa sino toda mi vida.El Evangelio nunca mira con pesimismo al ser humano. Jamás invita a la melancolía. Al contrario, despierta a una apacible alegría. Y cuando hay un sufrimiento, el corazón puede estar roto pero no endurecido (29) .Siglos antes de Cristo, un creyente descubría esto: «La alegría del corazón es la vida del ser humano» (30).La llamada a una alegría interior nos pone ante una opción fundamental: ¿sabremos en todo momento tomar la decisión de vivir en el espíritu de la alabanza? (31).¡Qué se alegre nuestro corazón! La belleza sencilla de la oración común es uno de los lugares donde se renueva una alegría interior que es espíritu de la alabanza. La oración cantada, ¿no es como uno de los primeros dones de nuestra resurrección aquí en la tierra? (32).El Evangelio nos dice que cuando Cristo rezaba se llenaba de gozo, pero también lloraba y suplicaba (33).En nosotros puede haber resistencias, opacidades, momentos de oración en los que nuestros labios permanecen inexplicablemente cerrados (34).Pero «hay también una voz y un lenguaje del corazón. Esta voz interior es nuestra oración cuando nuestros labios permanecen cerrados y nuestra alma está abierta ante Dios. Nos callamos y nuestro corazón habla; no para los oídos humanos, sino para Dios. Tenlo por seguro: Dios sabrá escucharte» (35).Espíritu Santo, en el Evangelio hay una esperanza tan bella que quisiéramos vivirla en nuestros corazones. ¿Dónde está la fuente? Está en la mirada de compasión que Dios pone sobre cada uno de nosotros.Notas:^(1) Cuando las dudas o las inquietudes consiguen quebrantar en nosotros la confianza de la fe, algunos se preguntan: ¿tengo fe todavía? Entonces conviene recordar que se puede tratar de etapas momentáneas de incredulidad, y nada más.^(2) Antes de Cristo, la Escritura invitaba a volverse hacia la esperanza: 'No recordéis las cosas pasadas, no penséis en lo antiguo. Mirad voy a hacer algo nuevo, ya está brotando, ¿no lo notáis?» (Isaías 43.18-19).^(3) Ver 2 Corintios 12.9.^(4) isaías 53.2.^(5) Ver Juan 14.16. «El Espíritu Santo no está ausente de ninguna persona. » (San Máximo el Confesor, s. vi¡) Dios da el Espíritu Santo a cada uno, sin excepción, pero deja la libertad para rechazarlo. Igual que Cristo estuvo presente junto a los suyos, por medio del Espíritu Santo, él continúa estando presente hoy para nosotros, donde quiera que estemos. Y en nuestra muerte, el Espíritu Santo no se separa del alma que entra en la vida eterna. El nos acompaña para siempre.^(6) Ver Juan 3.8.^(7) Lo que caracteriza a la oración cristiana es dejar que el EspírituSanto rece en nosotros y reavive una espera. Ver Romanos 8.26-27.^(8) Nuestra vivienda puede convertirse en un lugar de acogida y de escucha, aunque sea muy pequeña. El rincón de una habitación puede acondicionarse para rezar unos instantes. Cuando invitemos a comer, recordemos que el espíritu festivo no necesita una abundancia de bienes.^(9) Ver Mateo 25.40.^(10)Una comunión con Dios lleva a una comunión con el ser humano en sus luchas y sus aspiraciones. Son muchos los que encuentran en la oración el coraje para asumir responsabilidades por los demás. Algunos manifiestan una solidaridad con jóvenes o no tan jóvenes que no tienen empleo acompañan a ancianos que están solos dedican tiempo a los niños cuando uno de sus padres falta o cuando necesitan un apoyo escolar acogen a los que viven lejos de su país o pertenecen a otras culturas... Estos gestos se pueden realizar con muy pocos medios materiales. Otros acogen, a veces en la calle, a personas sin domicilio y les preparan una bebida caliente o algo de comida. Ellos han descubierto que las panaderías, las cocinas de las escuelas están dispuestas a dar la comida que sobra al final del día. Otros sostienen comedores populares y «bancos de alimentos» Si los jóvenes quieren compartir estas acciones, es indispensable que se unan a los adultos que han adquirido experiencia y discernimiento. Recordemos que, cuando compartimos, lo que más cuenta es la escucha.^(11) Lucas 6, 27-28 «Cristo, injuriado, sufría sin amenazar»(1 Pedro 2.23).^(12) No nos cansemos mirando la paja que hay en el ojo del prójimo (ver Mateo 7.3), vivamos de la compasión.Tener compasión no significa sufrir lo que el otro sufre para desesperarse y caer juntos en la misma desgracia. La compasión conduce, incluso sin solución ni respuesta, a depositar en Dios la prueba del otro.^(13) Ver Mateo 5.23-24.^(14) Al acercarse el año 2000 resuena para algunos la llamada a reconciliarse, no sólo entre cristianos, sino en las situaciones más diversas, entre pueblos, en las familias, y también con los no creyentes. Las evoluciones han sido tan rápidas y a veces tan brutales que, entre los cristianos, algunas corrientes de pensamiento se enfrentan mutuamente y el amor se muere. Sin darnos cuenta, la vocación ecuménica sería un espejismo si no se concretase en múltiples reconciliaciones. Y no habría que sorprenderse si perdiese su credibilidad.^(15) Cuando la Iglesia escucha, sana, reconcilia, llega a ser lo que es en lo más luminoso de ella misma, límpido reflejo de un amor, fuente de compasión.^(16) En Taizé, y con los hermanos que viven en otros continentes, nos preguntamos: ¿nuestra acogida no es demasiado rudimentaria? Pero hemos descubierto que, con una gran sencillez de corazón y con pocos recursos, podemos acoger como no podíamos imaginar.^(17) Ver 1 Timoteo 2.4. En la sencillez de la fe, podemos comprender que Cristo, el Resucitado, es ante todo comunión. Él no vino al mundo para crear una nueva religión; él no criticó las religiones; vino para ofrecer a todos este misterio de una comunión de amor en su Cuerpo, su Iglesia.^(18) Filipenses 2.2.^(19) Donde quiera que vivamos, en Taizé o en otros lugares, quisiéramos que nuestra comunidad fuese transparente y que nuestra vida hablase por sí misma. Nuestra vocación lleva a cada uno de nosotros a elegir la alegría del Evangelio, la sencillez del corazón, la misericordia que es toda perdón. Uno de mis hermanos escribía un día para sí mismo: «la alegría está siempre presente, es la alegría de la llamada de Cristo, un milagro, agradecimiento.^(20) Marcos 8.29.^(21) Ver Juan 3.17.^(22) Ver Jeremías 31.3 y Romanos 8.38. Podemos rezar diciendo: «Tú que nos amas, tu perdón y tu presencia hacen que nazca en nosotros la claridad de la alabanza. » En esta oración, que puede recitarse o cantarse en grupo, o repetirse una y otra vez en el silencio del corazón, el «tú» se dirige al mismo tiempo a Dios, a Cristo y al Espíritu Santo.^(23) Ver Salmo 139.1-3.^(24) Ver Romanos 8.26.^(25) Cucas 23.46.^(26) Incluso si conocemos poco el Evangelio, sólo con algunas palabras, es posible dejarse construir interiormente día tras día. A menudo abordamos la Escritura como si leyéramos la carta de alguien a quien amamos, pero que nos escribe en un idioma desconocido. Intentamos traducir al menos algunas palabras. Dejemos lo que en el Evangelio resulta inaccesible. Más adelante, otros nos ayudarán a comprenderlo.^(27) Marcos 10.21. Para seguir a Cristo, Dios dirige a cada uno una llamada a la fidelidad. No nos sorprendamos al encontrar en nosotros mismos resistencias. Sin embargo, esta fidelidad puede darnos alegría, paz, claridad, luz. Supone una continua conversión del corazón y pide un período de maduración. Permite el crecimiento de toda una vida interior.^(28) Ver 1 Pedro 1.8.^(29) El teólogo ortodoxo, Olivier Clément, escribe: «Algunos se preguntarán seguramente cómo es posible alegrarse, mientras puede haber tantas pruebas en la vida humana. Nos invade una gran alegría, pero esto no nos volverá insensibles al sufrimiento de los demás. Al contrario, nos hará todavía más sensibles; y podremos llevar al mismo tiempo en el fondo de nosotros esta gran alegría de Cristo resucitado y compartir profundamente la desgracia y el sufrimiento del prójimo. No hay contradicción: la alegría no se opone a la compasión. Yo diría incluso que la alimenta. Hay que vivir la tristeza, y al mismo tiempo, llevar en sí la alegría, porque sabemos que en definitiva es la resurrección la que tendrá la última palabra. Si no somos testigos de la alegría, entonces la Humanidad quedará ahogada. Hay que luchar, y esto es posible porque se lleva dentro de sí la alegría: es esta alegría la que da la fuerza para luchar. » (Cita tomada del libro de Olivier Clément: Taizé, un sentido a la vida. Ediciones Narcea, 1997).^(30) Ver Sirae 30.21-23.^(31) Elegir el espíritu de la alabanza supone un discernimiento para no dejar que las impresiones nos dispersen interiormente. Hay una charlatanería con uno mismo que no conduce a ninguna parte. La paz del corazón supone a veces un combate interior: estar atentos a un dominio de sus propios pensamientos, para no ser invadido por esas emociones o impresiones, y no dejar que la imaginación divague.^(32) Es esencial que la oración común sea más contemplativa, con ¡conos discretamente iluminados, como ventanas abiertas a la eternidad de Dios, con cantos meditativos que permitan la participación de todos... En el corazón de la oración común, un momento de silencio recuerda que, a menudo, la voz de Dios se escucha en un soplo de silencio, como descubrió el profeta Elías (1 Reyes 19.12-13). Permanecer en silencio, en presencia de Dios, con el deseo de acoger su Espíritu Santo, ya es rezar.^(33) Ver Lucas 10.21-22 y Hebreos 5.7.^(34) Cuando rezamos solos, ¿no será mejor expresar con sencillez aquello que surge de nuestro corazón y que viene del fondo de nuestro ser? 51 espíritu de la alabanza no puede forzarse. Las primeras palabras que brotan son a veces: «¡Oh Dios, ven en mi ayuda!» o «¡No me abandones!».^(35) San Agustín escribe este texto cuatro siglos después de Cristo, en su «Comentario del salmo 125».Carlos Alberto Leos GonzalezMelchor Ocampo 101-acp:20000Aguascalientes,Ags MéxicoTel:01-449-9-10-53-00 ext 4746 y 5086CEL:044-449-107-19-07 y 01-449-4424746

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